1 Juan 1:5-7
“ Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”
Este es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos:
Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado”.
- Fíjese cómo la consecuencia de andar en la luz es que tenemos comunión unos con otros.
- Lo increíble es que la Iglesia que dice que está en luz, curiosamente, lo que menos tiene es comunión los unos con los otros.
- La razón es que no confesar el pecado y traerlo a la luz, nos hace caminar “en encubierto”, esto es, en tinieblas, y es precisamente en esta condición, que perdemos todo el poder para pelear contra el diablo.
Andar en encubierto (sin confesar el pecado) es el territorio del enemigo, y es ahí donde él tiene toda la autoridad para atacarnos.
- La exposición del pecado es luz.
- Es una manifestación de gran humildad, es penetrar la cruz en desnudez, como lo hizo Jesús.
- La verdad es que cuando los demás conocen tus pecados, el diablo ya no tiene armas para pelear contra ti.
- Confesar el pecado es doloroso cuando se hace con un corazón contrito, pero es tremendamente liberador. Te conduce a un genuino arrepentimiento para nunca más volver a cometer esa transgresión.
Una de las funciones del Espíritu Santo es remitir el pecado que ha sido confesado, y ésta es otra de las cosas que la Iglesia ha dejado de hacer.
Esto es importantísimo en guerra espiritual, ya que no podemos adentrarnos en las regiones tenebrosas del enemigo sin que nuestro pecado haya sido remitido.
- Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis, los pecados les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos.
- Éste es, quizás, el mayor problema que ha causado daños en el campamento de Dios al incurrir en batalla.
Salir a pelear, sin la remisión de nuestros pecados, nos convierte en blancos seguros para el enemigo. Es lo mismo que ir en una misión nocturna con un faro alumbrándote y un micrófono alardeando el lugar de tu posición.
Mi equipo de guerra y yo, hemos peleado poderosas batallas contra temibles poderes de las tinieblas en el segundo cielo, y una de las cosas que hacemos siempre, es pasar varios días encerrados confesando todos los pecados, actitudes, pensamientos y sueños. Hemos entendido que esta parte es vital en la batalla y lo que nos da la más poderosa protección de parte de Dios.
El nivel de confesión determina el nivel en que somos expuestos, y el nivel de exposición, determina el nivel de luz que proyectamos.
Dios requiere de nosotros, para perdonarnos y limpiarnos, que le confesemos nuestro pecado a algún hermano lleno del Espíritu Santo y que éste lo remita a Dios. Sin embargo, hay un tremendo poder en el nivel en que nos humillamos y nos exponemos ante los demás.
Estar “En Dios”, es un estado del Espíritu en el cual el Señor continuamente nos está transformando, guiando y hablando. Es en ese estado espiritual donde toda nuestra confianza está depositada en Dios porque le conocemos y oímos.
¿Puede el diablo realmente tocar a un ungido?
Jesús proveyó en la cruz toda la victoria que necesitamos para vivir una vida protegida cien por ciento por Dios.
La Palabra dice: 1 Juan 5:18
“Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios lo guarda y el maligno no lo toca”.
También declara: Efesios 6:10-11
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.”
Según estas porciones de la Escritura, existe la posibilidad de no ser tocado por el diablo y de poder permanecer firmes y de pie ante los ataques del maligno.
El problema con que nos encontramos aquí es que la gran mayoría de la Iglesia prácticamente no camina como debiera andar con el Señor, y no está en posesión absoluta de la armadura de Dios. Muchas veces, la gente piensa que no está en transgresión porque no practica adulterios y borracheras ni asiste a festividades paganas, pero viven revestidos de religiosidad, sin misericordia, crítica y sus lenguas no están domadas. El chisme sobreabunda, la competencia y sus vidas dependen más de sus propios criterios que Discerniendo las alianzas que podamos tener con el enemigo.
Cuando salimos a hacer guerra espiritual, lo primero que hacemos es estudiar las características del hombre fuerte con quien vamos a luchar
- Las anotamos en una pizarra y luego, empezamos a desglosar todas las posibilidades de cada una de estas definiciones de su carácter, y vemos en qué nos identificamos con ese espíritu.
- Creo que uno de los errores de Pablo, y lo que lo condujo a una derrota casi total en la propagación del evangelio en Atenas, fue la estrategia con la que entró a esta capital.
El hombre fuerte, gobernante, allí era el espíritu de Grecia. Éste se caracteriza, entre muchas cosas, por el intelectualismo, el humanismo, el culto de la razón sobre el espíritu, la elocuencia, la arrogancia, el demostrar siempre que uno sabe más que los demás, las discusiones interminables para probar todo por medio de la lógica mental, entre otros.
Desgraciadamente, la armadura de Dios no viene sobre nosotros porque hacemos una declaración profética. Esta armadura implica estar establecido en posiciones celestiales inexpugnables como lo son: la verdad, la salvación, la justicia, el amor, la fe, el apresto del evangelio y la íntima comunión con la palabra revelada de Dios, los remas de Su palabra, y desde esas posiciones, pelear en el mundo espiritual.
- La armadura de Dios no proviene de la hipocresía llena de falsedad y mentira, ni del clamor que pone el cinto de la verdad, o de gente injusta, rebelde, chismosa, cuyas lenguas están contaminadas de veneno, clamando que se ponen la coraza de la justicia o la coraza del amor; o personas que no tienen fe ni para sus propias finanzas, atribuladas por miedos de toda índole, proclamando que toman en sus manos, proféticamente, el escudo de la fe.
Todo esto, no es más que hacer el ridículo y pelear en la total ignorancia con armas de carne.
Lo que están haciendo al pelear en su carne, es igual que arrojarle hachas a la luna o piedras al sol.
La armadura de nuestro Dios es perfecta, es indestructible, es poderosísima, pero se adquiere en la medida en que nos convertimos en ella.
Un guerrero que pelea por el Espíritu del Dios viviente es un hombre o una mujer impregnado de la verdad, que abomina la falsedad y la mentira, un hombre lleno de justicia y de amor, que ama en las condiciones más adversas y contrarias a sí mismo.
- Es un hombre lleno de salvación interna, santo en todos sus caminos, que aborrece toda forma de mal y de impiedad, cargado de la fe de Dios porque le conoce y Dios a él.
- Es un hombre de relación íntima con el Altísimo y de relaciones llenas de benignidad con sus hermanos, lleno de compasión y listo para predicar bajo cualquier circunstancia.
- Éste es el hombre o la mujer a quien Dios inviste de su autoridad, cuyas armas no son hachas de hombre, sino espadas de fuego y bombas atómicas en el mundo espiritual.
- Un soldado en perfecto orden de autoridad, adiestrado en principios, valores y sumisión.
Un guerrero revestido de humildad y docilidad es fácil de dirigir por la mano de Dios y de sus superiores.
Una persona temerosa de Dios, que no busca lo suyo ni se jacta, porque sabe que sólo de Dios es la gloria. - Éstos son los escogidos de Dios, los revestidos de Él, y los armados por su Espíritu; éstos no pueden ser vencidos.
Pastora Yoanny Martinez.